Cassie, como regalo de Acción de Gracias, nos regalo la escena de Jace y Clary, cuando se encontraban en la cueva en el libro "Ciudad del Fuego Celestial" SIN CENCURA, y acá se las dejó:
*ADVERTENCIA; puede llegar a contener spoiler*
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… Por un momento Jace la miró asombrado, sus labios medio abiertos; Clary sintió que sus mejillas se sonrojaban. La miraba como si fuera la primera estrella que hubiera salido en el cielo, un milagro pintado a través de la cara del mundo en el que apenas podía creer. Tragó. “Déjame-“ dijo él, y entonces se interrumpió “¿Puedo besarte? ¿Por favor?”
En lugar de asentir, ella bajó para apretar sus labios contra los de él. Si su primer beso en el agua había sido una explosión, esto era un sol volviéndose supernova. Un beso ardiente y duro, pellizcándose en el labio inferior y con choque de lenguas y dientes, ambos presionando tan fuerte como si pudieran acercarse más. Estaban pegados juntos, piel y tela, una embriagadora mezcla de la frialdad del agua, y el tobogán sin fricción de la piel húmeda.
Jace la elevó, arrastrándola hasta su cuerpo, y lo sintió que cogía aliento con el contacto. Sus manos se deslizaron por debajo de ella, agarrando sus muslos mientras los dos salían del lago. El aire frío golpeó su cuerpo y se estremeció; Jace se puso de rodillas en la plata de arena fina, tumbándola suavemente encima de una pula de su ropa amontonada.
Clary estiró su cuerpo fuera, tratando de aliarse con el de él, y vio que sus ojos se oscurecían mientras la miraba. Su ropa interior se aferraba a su cuerpo tanto como la de Jace se aferraba al suyo. Dejó que sus ojos vagaran por el cuerpo de él, absorbiendo lo que era familiar y lo que no: el destello de sus hombros, la curva de su cintura, las cicatrices de su piel… su mirada cayó más abajo….
Él se rió, con un oscuro y flojo tono áspero. “Es un poco injusto,” dijo sin aliento, “puedes decir lo mucho que quiero esto solo con mirarme y yo no puedo decir lo mismo de ti.”
Ella se movió por debajo de él. Sus cuerpos se rozaban juntos y su pulso aumentó, sus manos cavaban en la arena a cada lado de ella. “Mírame,” dijo ella.
Sus ojos estaban medio cerrados; y los abrió totalmente ahora, mirándola fijamente. Había hambre en la suya, un hambre devoradora que la hubiera asustado si hubiera sido otro que no fuera Jace. Pero era Jace, y ella confiaba en él. “Mírame,” dijo ella, y sus ojos pasaron, adorándola, devorándola, tragándose de ella, y su cuerpo sentía como si el fuego de las llamas fuera surgiendo a través de él en todas las partes por donde su mirada pasaba. Arrastró sus ojos de nuevo a su casa: se fijaron en su boca. “Te quiero,” dijo ella. “Siempre lo he hecho.” Le besó, dura y lentamente. “Quiero hacerlo, si tu quieres.”
“¿Si quiero?” Hubo un borde salvaje en su suave risa. Pudo oír el roce suave de la arena entre sus dedos, vio la duda en sus ojos, la preocupación por ella, y ella se levantó y puso sus piernas alrededor de sus caderas. Apretó su cara caliente en el cuello de ella, su respiración entrecortada. “Si hace eso, no seré capaz de parar-“
“No te detengas, no quiero que lo hagas”, dijo ella, y apretó su agarre en él, y con un gruñido tomó la boca de ella de nuevo, ardiente y demandante, succionando su labio inferior en su boca, su lengua rozando la de ella. Ella lo degustaba en su boca, la sal del sudor y la cueva del agua. Nunca la habían besado así antes, ni siquiera por Jace. Su lengua exploró su boca antes que se trasladara hasta la garganta: sentía calor húmedo en el hueco de la clavícula y casi gritó. Se aferró a él en su lugar, pasando sus manos por todo su cuerpo, salvajemente, libre de conocimiento de que ella le estaba dibujando, sus manos mapeaban su forma, la pendiente de su espalda, el vientre plano, las muescas por encima de sus caderas, los músculos de sus brazos. Como si, al igual que una pintura, cobrara vida bajo sus manos.
Cuando sus manos se deslizaron por debajo del sostén a sus pechos, ella se quedó sin aliento ante la sensación, y luego asintió cuando él se quedó inmóvil, con los ojos interrogantes. Vamos. Se desabrochó la parte delantera y el sujetador se abrió y por un momento él simplemente se quedó inmóvil, mirándola como si ella brillaba como luz mágica.
Luego inclinó de nuevo la cabeza y la sensación de su boca sobre sus pechos la hizo gritar. Ella puso una mano sobre su boca, pero él levantó la mano y se la apartó. "Quiero escucharte", dijo, y no era una exigencia, sino un anhelo de oración. Ella asintió con la cabeza y hundió sus manos en su pelo.
Le besó los hombros y los pechos, el estómago, las caderas; la besaba por todas partes mientras ella se quedaba sin aliento y se movía contra él de una manera que le hizo gemir y suplicar que se detuviera o todo habría terminado demasiado pronto. Ella se echó a reír a través de sus jadeos, le dejó seguir, intentado mantenerse quieta, pero era imposible.
Se detuvo antes de extraer cada pieza de ropa de ambos, pidiéndole permiso con los ojos y decir si debía seguir adelante, y ella asentía con la cabeza y decía que sí, adelante, sí. Y cuando finalmente no había nada entre ellos más que la piel, ella detuvo sus manos, pensando que no había manera de estar más cerca de otra persona que en este instante, que dar un paso más sería como abrir su pecho y exponer el corazón.
Sintió los músculos de Jace flexionarse cuando se estiró para coger algo y oyó el crujido del papel de aluminio. "Lo bueno es que he traído mi cartera", dijo, con la voz temblorosa.
De repente, todo parecía muy real; sintió un repentino destello de miedo. "Espera," susurró.
Él se quedó quieto. Su mano libre estaba acunando su cabeza, con los codos clavados profundamente en la arena a cada lado de ella, manteniendo su peso de su cuerpo. Todo él estaba tenso y tembloroso, y las pupilas de sus ojos estaban muy abiertas, el iris sólo un borde de oro. "¿Ocurre algo?"
Oír a Jace sonar poco seguro - pensó que tal vez su corazón se resquebrajaba, rompiéndose en pedazos. "No", susurró. "Solo - bésame", suplicó, y lo hizo, sin moverse ni hacer nada más, sólo besándola: besos lentos y ardientes que se aceleraron como los latidos de su corazón, como el movimiento de sus cuerpos se iba acelerando el uno contra el otro. Cada beso era diferente, cada vez más alto como una chispa, como un fuego creciente: besos rápidos y suaves que le decían que la amaba, besos mucho más lentos de adoración que le decían que él confiaba en ella, ligeros besos juguetones que indican que todavía tenía esperanza, besos adoradores que decían que tenía fe en ella como no lo hacía nadie más. Clary se abandonó a los besos, el idioma de ellos, el discurso sin palabras que pasó entre ellos. Sus manos estaban temblando, pero eran rápidas y hábiles en su cuerpo, ligeros toques haciéndola querer más y más hasta que ella empujó y tiró de él, instándole contra ella con la muda súplica de los dedos y los labios y las manos.
E incluso en el momento final, cuando se estremeció, presionó a que continuara, se envolvió a su alrededor, no dejándole ir. "Jace," susurró ella, y él inclinó la cabeza para besarla mientras cuidadosamente, empezaba a moverse con cuidado. Podía ver la tensión de su cuerpo, el agarre en su hombro, que él no quería que terminara demasiado rápido: cerró los ojos, moviendo los labios, diciendo en silencio su nombre.
En los últimos días, semanas, su cuerpo había sido herido por las armas, por fragmentos de vidrio, lanzada a través de portales, roto y magullado. Ahora dejaba que todo cayera fuera, dejaba que su cuerpo en sí recordara que también era una cosa que podría darle placer a ella, a la persona que más amaba en el mundo.
"Te quiero," dijo ella, con las manos en su pelo. "Te quiero."
Vio que sus ojos se abrían y algo detrás de su expresión se quebró. El último muro alrededor de su corazón, la última pieza de autoprotección que había mantenido en su lugar. Se desmoronó en luz resplandeciente mientras se movía contra ella, al igual que la luz del sol estallando en una habitación que había sido tapiada durante mucho, mucho tiempo. Enterró la cara en su cuello, diciendo su nombre una y otra vez antes de que él se derrumbara contra su hombro. Y cuando finalmente Clary cerró los ojos le pareció ver la caverna ardiendo en color oro y blanco, envolviendo a los dos en el fuego celestial, la cosa más hermosa que había visto nunca.
¡POR EL ÁNGEL RAZIEL!
¿Soy yo o el ambiente habitación de pronto se puso caliente?
WOAH. ESO. FUE. MUCHO. PARA. MI. CORAZÓN.
Cassie, tu nos quieres matar de un ataque al corazón.
¿Qué les pareció a ustedes?
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